Esta corriente, que se manifiesta en instalaciones, vídeo, fotografía, performance o Arte relacional, se inscribe en una preocupación mayor: cómo contar lo que no fue contado, cómo devolver presencia a lo borrado, cómo hacer que el Arte no solo represente la historia sino que participe activamente en su reescritura.
El archivo como gesto: más allá del documento
Los archivos ya no son meros inventarios de papeles amarillentos. Hoy son mapas rotos, objetos encontrados, relatos orales, fotografías intervenidas, restos de lo íntimo o de lo colectivo. En manos de artistas como Walid Raad, Doris Salcedo o Susan Hiller, el archivo se convierte en forma plástica, en política de la imagen y en poética de la ausencia. No se trata de reconstruir una verdad única, sino de hacer visible la tensión entre memoria y silencio, entre relato oficial y vivencia subterránea.
La noción de archivo en el Arte actual implica también una forma de temporalidad expandida. Las obras no muestran lo que fue, sino lo que todavía duele, lo que no ha sido dicho del todo. En este sentido, la reparación no es cierre, sino continuidad: una forma de insistir en lo que aún necesita ser mirado, compartido, resignificado.
Castilla y León: territorios de memoria, heridas visibles
En el contexto de Castilla y León, esta dimensión crítica del archivo adquiere un significado singular. Región atravesada por una historia compleja. Desde la Edad Media hasta la Guerra Civil, la despoblación o la emigración silenciosa. Su vasto territorio guarda memorias dispersas, muchas veces ocultas o fragmentadas.
En los últimos años, diversos artistas y colectivos han iniciado proyectos que buscan rescatar esas memorias locales desde lenguajes contemporáneos, en diálogo con los habitantes y los espacios. La reparación, aquí, no es abstracta: es rural, es política, es afectiva.
En Villalar de los Comuneros, la exposición “Comuneros 1521–2021” incluyó obras que hurgaban en los archivos del fracaso, en la derrota como forma de identidad.
En La Cistérniga (Valladolid), la artista Virginia Rota ha trabajado con testimonios de mujeres mayores para construir un archivo visual que da voz a generaciones silenciadas.
En la comarca del Órbigo (León), el colectivo Observatorio del Común articula memoria campesina, historia oral y fotografía como formas de resistencia cultural.
En el Museo Etnográfico de Castilla y León (Zamora), algunas exposiciones recientes han problematizado el patrimonio como relato inacabado, incluyendo materiales aportados por los propios vecinos: vestidos, grabaciones, cartas. Allí, el objeto ya no es decorativo, sino testigo.
En Soria, el trabajo de la artista Lucía Loren, que entreteje Arte, Ecología y memoria, ha generado instalaciones efímeras que recuperan formas de vida casi extintas, mientras que en Salamanca, las intervenciones del colectivo Luzinterruptus con luz y palabra han reactivado espacios públicos como lugares de reflexión histórica.
Del duelo a la escucha: lo que el Arte puede (y no puede) reparar
El Arte no restituye lo perdido, no devuelve la vida ni deshace la violencia. Pero puede generar espacios simbólicos donde el duelo encuentre lenguaje, donde lo invisible adquiera forma. Puede también establecer puentes: entre generaciones, entre quienes se fueron y quienes quedaron, entre archivos oficiales y voces informales.
En Castilla y León, donde el tiempo parece extenderse en horizontes vacíos, estas prácticas encuentran una densidad particular.
La reparación, en este contexto, no significa borrar las cicatrices, sino hacerlas legibles. Convertir el silencio en forma, el documento en escucha, la historia en conversación.
El archivo, en el Arte Contemporáneo, ha dejado de ser una caja cerrada para convertirse en un relato abierto, incompleto, en disputa. Y en Castilla y León, territorio de archivos polvorientos y memorias aún por contar, el Arte encuentra no solo materia, sino urgencia. Porque quizás la reparación no consista en corregir el pasado, sino en habitarlo con otras palabras, otras imágenes y otras voces.